Poesía: Hugo Patuto
Hugo Patuto
(Argentina, 1961) Poeta, narrador y ensayista. Ha publicado libros de poesía y narrativa. En el año 2015 obtuvo el Primer Premio en el Certamen “GRIETA 32”, que organiza la editorial del mismo nombre (Santander, España), por la novela corta “NUBIA”. En el año 2018 fue distinguido con el Premio Honorífico “SAN NICOLÁS DE BARI” por la Asociación de Escritores Nicoleños (AEN), en reconocimiento a su persona y obra.
Conozco la salida, Georgie
Hay que desarmar la biblioteca del siglo
y pensar dos minutos en Babilonia.
Enseguida borrar los pasos de Chiclana,
de Nicanor Paredes, de Servando Cardoso
y poner luz en la garganta de Quiroga.
Con la memoria de Funes recuperar los caballos
que denotan al atardecer una fuga perpetua.
Celebrar en Ulises el amor prodigioso,
como si la máscara del amor nos condenara.
Sentir el hambre de la llanura en Acevedo
y los labios de Emma Zunz, vengativos.
Imaginar a Caín lejos de Abel, sin golpes.
Que Dios retorne como pájaro de sombra,
lloviendo secretamente varias lunas
en el gastado camino de los muertos.
Música, fuego y leones para inventar el vino
cerca de Heráclito, de Spinoza, de Whitman,
de Stevenson, de Poe, de Kipling.
A través del aleph espiar al unicornio herido.
Todavía jugar en Islandia con el mar de ceniza.
Conozco la salida, Georgie:
Mañana volaré a Ginebra.
Ella decide
Menos mal que por dentro
uno es enteramente libre
y alcanza el perdón de las cosas
para negar el firme avance
con que toda muerte
decide.
Ofrenda y retorno
Llevo al dominio de la poesía un eco: estar en la tierra
como a las puertas de una extraña visión,
y remontar su cauce de luna.
Conocer la espera dentro de la espera,
mantenerse en pie mientras el grito del mundo
hurga ropaje o memoria.
Extender con palabras la propia desnudez,
saltar.
Llevo al dominio de la poesía mi tributo
de hombre que se funde a los murmullos
de un bosque infinito.
Llevo al dominio de la poesía
aquello que dibuja criaturas
en la pampa noche
para luego caer
como un astro, bordeando la hoguera
del sueño.
Cuando la tarde
El cabello suelto como el dibujo de una galaxia
las ganas de correr hacia el nudo mismo
cuando la tarde se piensa noche
dentro del código de la siembra.
Atenazado por el viento,
ese papel trae un reflejo dorado
que te nombra.
Al despedirnos, el futuro se agiganta
Al despedirnos, el futuro se agiganta
y borra el café un parpadeo.
(Ah el futuro, incontestable aro de ceniza
que sirve otra copa en el vacío).
A Marc Chagal
Perplejo, Dios interroga eternamente
a criaturas que desafían los juegos
de la paleta sublime
con delicada luz gravitatoria.
Un paisaje de Vitebsk combina
lo soñado frente al desvelo
y los muelles del amor lejano
en Saint-Paul-de-Vence.
Aquel hijo pródigo nos demora,
la danza reparte color y murmullos,
un ángel sigue flotando
para que valoremos esa caída.
El pánico del caracol
Una evidencia clara donde nace la pregunta:
¿hay que seguir hipnotizado por el desvelo,
soñar con el apetito de quien reclama,
ir lentamente, pulso diminuto
al encuentro del oasis o la vergüenza,
hilando profecías, cantando bajo
mientras el humo sacude
y la tierra olvida los ojos del niño,
pan que se ahoga como un espejo,
dudar sobre mi ruta
sin explosiones, sin heridas
allí donde lo humano crece?
Algo tenemos con la lluvia
I
Entre los dibujos que besan el agua
tu presencia:
luz de gotas verdes
y paso tranquilo
para unir la medianoche
con la voracidad del recuerdo.
II
Hay que mirarse en los otros:
el diálogo mojado,
ese humo que filtra
los mínimos detalles
y nuestra espera.
Entonces,
tu corazón brota
ensimismado en las canciones
donde anida el fuego.
III
Conocés el camino seguro
y mi red,
mientras tanto,
elabora un salto al vacío como fuga
en cada sonrisa.
IV
Algo tenemos con la lluvia:
es por eso que el silencio
toma esa flor de la mesa
y brinda
con el espejo del aire.