Poesía: Victoria Alegría
Victoria Alegría
(Panamá, 1992) es filósofa, artista, facilitadora y poeta. Considera su labor como de una imaginante y hacedora, desde allí desempeña y explora diversos medios y disciplinas, tan variadas como la escritura, la autoedición, bordado, tejido, arte gráfico e incluso los tatuajes sin máquina (handpoke). Por lo que sus prácticas son de cierta manera un pliegue, una intersección entre intereses y encuentros.
Desde el 2020 gestiona grupos de estudio de Filosofía. Más recientemente está investigando la idea de conocimiento en lo más-que-humano aprovechando su aproximación a la mirada ecosistémica con la intención de seguir nutriendo las diversas líneas y caminos de quienes proponen proponen formas de pensar y hacer conectadas a otros ritmos.
Autorretrato
Nací perfecta.
Con la boca cargada de viento y espuma,
—como la costa marchitada que acunó mi alumbramiento—
un círculo rojo en la frente,
una cola y las manos como flechas.
Le hablé a mi madre antes de nacer,
y al segundo día de nacida volví a hablarle.
Nada me fue negado
por eso sentí miedo y también curiosidad.
Domestiqué una nube
que apenas pudo escapó.
Desde entonces no codicié más que la libertad
y renuncié a la belleza consagrada de las flores.
Durante un tiempo me arrastré, también volé.
Fui los zapatitos olvidados
de mis propios pensamientos fugitivos.
Buscando en el infinito y tejiendo pasadizos
las arañas me confesaron que no hay verdad
pero sí misterio y que un secreto
es siempre verdadero.
Todo es trivial, todo es sagrado.
Tengo la piel áspera y me da miedo lastimarte.
Me ves y dices que llevo el sol por dentro,
pero te equivocas
son nueve espadas de luz atravesándome el pecho.
Hechizo impar
Tres veces a través del fuego
tres veces a través del agua.
Cruzas entera, no sales intacta.
El Edén era un mapa de inconveniencias
y las voces grises de los profetas
ya pueden ser polvo
frente a todos los soles volverse nada.
Junto a la boca del fuego
un niño juega con cenizas y canta
se ha acabado la media mentira
pero para la verdad no alcanza.
Las bendiciones no caen del cielo
brotan de muy profundo.
Tres veces más por lo desconocido,
tres veces más por la confianza.
Creo en la profecía porque soy parte de la profecía
Estamos en proceso de recuperar
lo perdido,
lo oculto
y lo olvidado.
Este es nuestro tiempo,
teníamos que estar todos fundidos.
Avanzamos de espaldas
mirando hacia ayer
para hacer canción lo pasado y lo soñado.
Giramos,
nos detenemos.
Es preciso ir lentamente
para encomendarse a la vieja nueva tarea
de demoler castillos y templos
con un latido furioso,
con una carcajada
poderosa y pequeñita,
además por supuesto de un centenar
de consuelos y caricias.
Creamos un círculo,
infinitos.
Todos los nombres son dichos.
¿acaso no está en nosotros
la experiencia misma de la divinidad?
Hermano, yo sé qué escoger entre
someternos o ir contracorriente
¿tú qué eliges 4, 3 o 16?
Recuerda que
en todo este recorrido sin sentido
leer entre líneas
es leer el vacío y
que no hay mayor videncia
que poder ver y vivir el presente.
De nuevo el pesimismo intelectual
Casi treinta
y no he matado a ningún tirano.
He muerto varias veces
visto a más de un dios.
He creído, errado y disfrutado.
(Creo, me equivoco y disfruto)
A veces se me olvida
y de pronto, la vida otra vez
divina náusea.
Voy de manos abiertas
y cuando más bello parece todo
amanezco con un fuerte dolor en el mundo
inflamada de saberme infantil y superficial,
no tiene sentido pelear
por la paz.
Malentonada canto frente a las puertas a medio cerrar.
Mi ocio y mi trabajo elogian a todos los pies cansados
mi oficio afilado apenas sirve para cortarme las greñas
pero mi esfuerzo se transforma
en cobija y bocado
y es egoísmo por supuesto.
Aunque no hay nada que corregir
nos hemos equivocado
es la vida la que duele
no la muerte
De “Cantos alucinados para provocar sueños”, libro ganador del concurso de poesía joven Gustavo Batista Cedeño 2024.