Poesía: Kafda Vergara
Kafda Vergara
(Panamá) Se hace llamar Kafda ‘Conejo’ en honor a su abuelo materno. Profesora de francés en la Universidad de Panamá. Cuenta con maestrías, tanto en lingüística general como en lingüística hispánica, por las universidades de la Sorbona 3 de París y la Universidad de Nuevo México, Estados Unidos. También es Traductora Pública al inglés y al francés. Ha traducido poemas panameños a la lengua francesa.
En 2015 gana el 3er lugar del concurso León A. Soto del municipio de Panamá con su obra Toccata y Fuga. Luego de ser publicados en diferentes antologías y revistas literarias, este libro junto a poemas posteriores es publicado en la obra Toccata y Fuga y otros poemas en 2024 por la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.
Cuarto Oscuro
Mis manos se hacen polvo
y cubro el espejo que nos separa.
Sobre la herida seca
la huella de tu aliento.
El vidrio cede ante tu gota.
Yo quiero hacerlo y que todos lo sepan.
Moldear este espejo con la rabia
del que atiza la llama de los juicios
beber las aguas del que nunca se ahoga
y ondular los giros del abrazo oculto.
Y luego el espejo, siempre el espejo
que se sacuda y que se rompa
que niegue a gritos su propia forma
que se quiebre en mil pedazos.
Y que estallen nuestras dudas
de una buena vez.
Que la arena disuelva el reflejo
y lo condense en tibias nebulosas
de un universo con hoyos negros.
Boca abierta de un agujero de gusano
insaciable de nuestra luz.
Que este polvo no conozca
ni el principio ni el final.
Que se borre de su libro
todo origen y toda sal.
Que le sean indiferentes
las ansias del mundo
y sus más vomitivos anhelos.
Que el quebranto se haga luz.
Que nos recuerde el camino.
Que en silencio nos penetre
hasta hacernos luz.
Luz y polvo absorbidos
por el Cuarto Oscuro
donde todo nace y muere
una y otra vez
en la rueda del Verbo.
Changó
Cuando sueña Santa Bárbara
y está llena su copa de oro
El monte celebra.
Huye La Virgen de su cueva
venerada prisionera de la cal
y se desnuda para tomar el sol
que la corona.
Cuando sueña Santa Bárbara
la mujer llama al hombre
vestido de hacha y de monte.
Bañado en abre-camino
el pueblo prepara festivo
la posesión de los cuerpos.
El tabaco hace el resto.
Rendez-Vous
Ella morirá a las cinco de la tarde
y de ella sólo quedarán los surcos
de una desnudez arenosa
el sonido perdido de un pensamiento
y una vasija llena de cenizas.
Ya son las cinco de la tarde.
Prepara el café.
Barraza
Humedad de amaneceres
sobre poroso piso gris
despierto con el aroma
a metálico pez moribundo
y un sabor a niño salado
en la Avenida de Los Poetas.
Revivo ahora el escape a la panadería.
Orejas dulces y tostadas me esperan
en la esquina que todo lo oye.
El Secreto es un oleaje que rompe
entre Los Masones y El Cuartel
Las orejas saben a un mundo y sus rumores.
Muerdo los ecos de las profecías nacionales.
Lo perdido entra por la boca y por los oídos.
Daniel Santos le dice adiós a los muchachos
Benny Moré todavía pregunta cómo fue
Ramiro nace en todos los balcones
Juanito Alimaña merodea por ahí
y el loco de la esquina de siempre
sabe que con cédula o sin cédula
la batida, al igual que el tiempo
se lo llevará.
Abro los ojos y me acaricia el viento
Y con él vuela el olor de mis orejas.
Aúlla ahora la memoria involuntaria
ante los escombros y los muertos
silenciados bajo la Cinta Costera.
Desde entonces
las orejas me saben a nada
como las dulzuras ajenas.
La Abuela
La abuela se ha ido.
Así de tristes lo cuentan los fogones
y las flores que preguntan por sus manos.
La abuela se va
como se van los abrazos
y los vapores del ungüento
contra el frío
la gripe y el sereno.
La abuela no se repite
como no se repiten
las puntadas de la cobija
que tejió para arroparnos
con el tiempo.
En la oscuridad de la ausencia
los roces de su piel
calientan la casa verde
de la que nunca nos fuimos
aunque la hayan derrumbado.
La abuela lloverá en abril
sus cabellos de plata.
Los veremos brillar
al tejer las oropéndolas
sus nidos.
La abuela es ahora la noche
que se reparte en estrellas
cuando estamos solos en casa
Y se va la luz.